Giovanni Minicucci
Syracuse University
La niña, con asombro, descubrió que el eco le regresaba las palabras.
La abuela le explicó que por eso es tan importante honrar a la palabra.
Cada sonido que emitimos navega por los aires,
pero siempre viene de regreso a nosotros.
(Esquivel 133)
Hay muchas mujeres que han sufrido a lo largo de la historia. El prejuicio que el poder masculino ha impuesto a ellas las ha excluido, marginado, subalternizado y destruido. Entre ellas, la figura de Malinchei— madre, esposa, intérprete, pero sobre todo mujer — nahua. En este ensayo, a través de los conceptos del poder y de la palabra, se desarrolla un análisis metaliterario sobre el personaje de Malinalli presentada y narrada por la autora mexicana, Laura Esquivel en su novela Malinche para ver cómo su figura puede ser reconsiderada y evaluada como la voz de la comunidad indígena y no la voz de Cortés. Dentro del marco del malinchismo, en este estudio examinaré las maneras en que ella utiliza su papel de “Lengua” para empoderarse e incluirse en los rangos más altos de la sociedad de la época, que, aunque se considera una traición, destaca el poder de la palabra que Malinche tenía gracias a su capacidad cognitiva y no a la prostitución de su cuerpo. El estudio trata de responder y revalorizar algunas de las siguientes preguntas a través de la presentación de este personaje en la escritura de Esquivel como ¿está del lado de los colonizadores o se considera una voz de la comunidad indígena, de la que procede? ¿cómo es posible que el hecho de que sea una mujer la que hable, en una comunidad mayoritariamente machista y conquistadora, adquiera un valor tan importante en la historia?
Para apoyar la teoría del poder, la sexualidad y la inclusión en este personaje tan discutido, el ensayo de Gayatri Spivak basado en la capacidad del subalterno para hablar y otras teorías serán una parte integral de este estudio. Con este proyecto de investigación, el mito de la Malinche se revaloriza desde una perspectiva sociológica diferente para destacar el poder de la palabra y de la mujer que la maneja (o controla).
EL DON DE LA PALABRA
Malinche es una figura polifacética, central en la historia de la conquista y odiada al mismo tiempo ya que fue considerada una traidora. La sociedad es la responsable de los prejuicios que se transmiten de generación en generación a través de los dichos. Hoy en día, en México, la palabra “malinche” adquiere un valor puramente negativo y se relaciona o se considera una “Eva Mexicana” (Messinger 9) como si su aparición en el mundo fuera una desgracia. Antes de detenernos en su importancia como mujer en la difícil sociedad del siglo XVI, es importante recordar sus orígenes.
Malinche, nació como una mujer sencilla en una familia indígena que, dentro de su sociedad, se encontraba entre los más altos rangos. Sobre su nombre original, hay varios debates ya que Malintzin, “era la hija de una familia poderosa. Así lo daría a entender el sufijo “-zin” utilizado tras el nombre que se le atribuye, Malintzin. Esta terminación, en lengua náhuatl, representaba un tratamiento de respeto equivalente al “don” castellano” (“La Vanguardia”). Pero esto, en el escenario general poco importa ya que, con la llegada de Cortés y su ejército, Malinche fue una de las mujeres ofrecidas como regalo al comandante. El poder que podría haber tenido su familia queda anulado por la fuerza masculina española. Malinche se adaptó de inmediato a su nuevo entorno, probablemente facilitado por su joven edad, y aprendió el castellano sin necesidad de cursar estudios básicos. El aprendizaje de idioma, en el desarrollo de su historia, es la clave de la vida, de la supervivencia, de la inclusión (“La Vanguardia”).
Malinche se ha presentado más como concubina de Cortés, como traidora y sólo en un segundo plano como intérprete:
The figure of La Malinche, the native American woman taken as mistress of the conquistador Hernán Cortés who was also the interpreter between the Spaniards and the Aztec peoples, serves as an icon to remind us that a dominant metaphor of colonialism was that of rape, of husbanding ‘virgin lands’, tilling them and fertilizing them and hence ‘civilizing’ them. (Bassnett y Trivedi 4)
Como se nota, este tipo de introducción la sitúa en una posición subordinada como mujer azteca, y sólo más tarde queda claro que su papel era muy diferente. Malinche asume el poder en la sociedad española, ya que también es bautizada con su nuevo nombre: Doña Marina (“La Malinche, La Intérprete De Hernán Cortés”). Pasó a ganar poder gracias a sus habilidades como mediadora cultural y se incluyó por completo en la nueva sociedad que se estaba estableciendo en suelo azteca. Malinche no se convirtió inmediatamente en una mujer de Cortés, primero se dio a conocer como “lengua mediadora” y sólo después se convirtió en la compañera, nunca reconocida oficialmente, por él.
De esta manera, la presencia de la mujer cambia completamente el juicio, ya que no es su cuerpo el que se presenta como un medio para conseguir algo, sino que es una capacidad, en este caso cognitiva, para poder hablar dos o más idiomas y así ser “útil” tanto al español y sobre todo a su pueblo para mediar.
—Hija mía, vienes del agua, y el agua habla. Vienes del tiempo y estarás en el tiempo, y tu palabra estará en el viento y será sembrada en la tierra. Tu palabra será el fuego que transforma todas las cosas. Tu palabra estará en el agua y será espejo de la lengua. Tu palabra tendrá ojos y mirará, tendrá oídos y escuchará, tendrá tacto para mentir con la verdad y dirá verdades que parecerán mentiras. Y con tu palabra podrás regresar a la quietud, al principio donde nada es, donde nada está, donde todo lo creado vuelve al silencio, pero tu palabra lo despertará y habrás de nombrar a los dioses y habrás de darle voces a los árboles, y harás que la naturaleza tenga lengua y hablará por ti lo invisible y se volverá visible en tu palabra. Y tu lengua será palabra de luz y tu palabra, pincel de flores, palabra de colores que con tu voz pintará nuevos códices. (Esquivel 17)
Desde el principio de la novela, la escritora quiere presentar a Malinche como una mujer que posee algo que los demás no tienen, como si pintara un retrato que deja una sensación mágica al mirarlo. No sólo eso, es capaz de conectarse con elementos naturales como el agua, los árboles, que se enlazan con su cultura, y recordar la importancia de sentidos como la vista, el oído y el tacto. El discurso del padre es relevante porque ya explica a los lectores que la hija tiene un don, el de la voz que podrá pintar nuevos códigos, nuevas cosas. Ella es el regalo que ha llegado, ella es/tiene el don.
La figura del padre es sólo uno de los muchos elementos que conectan el discurso literario de la palabra en la Malinche. Desde las primeras páginas, Esquivel presenta a la abuela, que es la figuración del mundo indígena, retrayendo los valores de esta comunidad en estrecha conexión con la naturaleza. Es la propia abuela que le explica cuanto es importante honrar a la palabra. “Cada sonido que emitimos navega por los aires, pero siempre viene de regreso a nosotros” (134). De hecho, en la historia, la relación abuela-nieta es construida por la autora mexicana como una guía desde el nacimiento de Malinche. La abuela siempre se refiere al significado de las palabras y del lenguaje:
Todas las aves tomaron del fuego su figura. El pensamiento también tiene su origen en el fuego. Las lenguas de fuego pronuncian palabras tan frías y exactas como la verdad más cálida que puedan tener los labios. Recuerda que las palabras pueden crear de nuevo el universo. Cada vez que te sientas confundida contempla el fuego y entrégale tu mente. (74)
La abuela recuerda a Malinche que el poder de las palabras puede entenderse también como una especie de advertencia sobre cuándo y cómo utilizarlas. Es como si la intimidara porque las palabras pueden cambiar, pueden afectar una situación, una circunstancia o directamente cambiar la vida, como en el caso de Malinche. La novela muestra esta fuerte relación entre la abuela y la nieta que se convierte en una especie de guía teniendo un impacto en la persona de Malinche tomando sus valiosos consejos y traduciéndolos en tesoro.
La tarea de Doña Marina no era fácil. Ser la lengua de Cortés significaba interpretar lo que él quería e imponía, pero sobre todo significaba mediar entre dos culturas y religiones diferentes. Por eso su labor de mediadora lingüística y cultural se extiende también al tema religioso. Esquivel, menciona en varias partes de su libro el tema de la veneración de los dioses en la religión azteca. Malinche se entristece al ver que Cortés sólo tiene intereses materiales. “Malinalli no quiso responderle. Dijo que no sabía. La interrupción le molestó. Le mostró que a Cortés no le interesaba escuchar nada de su religión, ni de sus dioses, ni de sus creencias, ni de ella misma. Le quedó claro que sólo le interesaban los tesoros materiales. Se disculpó y se fue a llorar al río” (84). Esto es una demostración de cómo, Malinche, no abandona su historia, no borra su pasado, no se “vende” a los conquistadores, no se deja atrapar y convencer sólo por las ganas de poder de Cortés. Llora y va al río, una vez más, un elemento sagrado que Esquivel introduce en el libro y que se relaciona con el pasado indígena de la protagonista.
Aunque la religión cristiana era, para ella, todavía una abstracción, en un proceso tardío se convirtió a su culto. Transmitir la religión cristiana implicaba interiorizarla y concretar los distintos dogmas que formaban parte de ella. “Even if we take for granted that the interpreters were faithful to the words of the Christian dogmas, as presented to native Mesoamericans, how could the Indians assimilate certain notions such as that of the virginity of Mary?” (Valdeón 169). El libro de Esquivel no profundiza el papel de la religión católica y en cómo Malinche la inculcó en su labor de mediadora, pero se nos muestra su devoción por figuras clave del cristianismo como la Virgen María. Esto es ciertamente interesante cómo incluye el nacimiento de la segunda hija de Malinche, cuyo nombre es propio María:
Con la lengua paralizada de la emoción, Malinalli tomó a su pequeña hija y le ofreció su pecho para que bebiera leche, para que bebiera mar, para que se alimentara de amor, de poesía, de luz de luna y, al hacerlo, supo que su hija debía llamarse María. María, como la Virgen. En María ella se renovaba y por eso no dudó en responder a la pregunta que Jaramillo, su esposo, le formuló respecto a si las mujeres que amamantaban morían un poco, con una frase rotunda: —¡No! Nacen de nuevo. (Esquivel 202)
La respuesta de Malinche a su esposo es una prueba de que los valores cristianos ya forman parte de ella. La resurrección, el más allá y el renacimiento abren el camino a una segunda vida. En Jaramillo también se muestra la ingenuidad de su persona, así como su desconocimiento en materia religiosa que continúa con el breve salto al pasado cuando se encuentra con la estatua de la Virgen María abrazando a un niño. Se preguntaba: “¿Por qué lo que da vida tiene que morir? No obtuvo respuesta, pero desde entonces le conmovía mirar a una mujer muerta y a una mujer que amamantaba” (203). Comprendió el sentido de la vida y el culto que ahora formaba parte de su persona como una nueva esperanza.
Las palabras, la naturaleza, la mediación, la voz y el don son los ingredientes básicos que construyen la historia de Malinche de Laura Esquivel. La Palabra como sustantivo, está contenida en el libro de Esquivel unas 120 veces, casi como una anáforaii. Posiblemente, el hecho de que este sustantivo se utilice tantas veces en la novela es parte de la técnica narrativa de la escritora para inculcar al lector el significado textual y la finalidad del papel asignado al personaje de Malinche. Se acompaña de verbos como escuchar, decir, acostumbrarse. Los verbos son de acción, tienen que desarrollar algo, como si estuvieran al principio de un acontecimiento que va a suceder, pero sobre todo algo relacionado con los sentidos, que tienen un valor simbólico en la historia indígena.
Malinalli, tanto desde el punto de vista narrativo como histórico, no puede calificarse de negativo. “Su representación pictográfica en el siglo XVI es la de una mujer poderosa y elegante y, en las piezas teatrales de esa época, ella y Cortés aparecen como figuras heroicas del triunfo de la cristiandad” (Schroeder 301). Sin embargo, después de toda la ayuda que prestó en el proceso de la conquista, después de ser “la lengua”, la compañera fiel, la catequista de Cortés, y siendo consciente de lo que la sociedad española podría pensar, casi no habla de ella, mencionándola pocas veces; haciendo creer a sus lectores que, sí, contribuyó pero no de forma relevante. Una posible razón está relacionada con el sistema patriarcal vigente en la sociedad de la época que no permitía a las mujeres ser consideradas iguales al género masculino. Como también se abordará en el siguiente apartado, Malinche, es una subalterna, que a pesar de tener más voz que las demás mujeres de la época, sigue estando subordinada al hombre, en este caso Cortés, que como plantea Gayatri Spivak, nunca podrá hablar realmente, sobre todo cuando son y siguen siendo personas de poder las que hablan en nombre de los subalternos. La cuestión de la subalternidad de Malinche no sólo está relacionada con un problema de género, sino también con la desigualdad racial que se suma al problema ya existente del patriarcado.
OPRESIÓN FRENTE A INCLUSIÓN: EL MALINCHISMO
Como ya se ha dicho, la historia de Malinche puede analizarse de varias maneras. Su posición en la sociedad cambia y el hecho de que su familia estuviera en una situación más ventajosa que las demás sólo puede confirmarse desde un punto de vista puramente lingüístico con el –zin final.iii Mientras que dentro de su propia sociedad, Malinche ocupa una posición principal, con la llegada de Cortés, pierde casi por completo el valor del privilegio familiar que poseía. Malinalli ahora es subalterna. Esta condición de subordinación al poder y a la fuerza española, se transforma en el lenguaje que le permite “levantarse” y convertirse en una de las mujeres más importantes en el proceso de conquista. Aunque Gayatri Spivak, en su ensayo “¿Can the subaltern speak?” concluye que el subalterno no puede hablar porque su intento de “hablar” fuera de los canales patriarcales normales no fue comprendido ni apoyado (Spivak 310), en el caso de Malinche, la situación se invierte porque su voz se escucha, gana poder y se convierte también en la “voz de la nación”iv.
El poder que tenía Malinche no era algo material, sino un don físico, su voz y sus palabras. “Ella, la esclava que en silencio recibía órdenes, ella, que no podía ni mirar directo a los ojos de los hombres, ahora tenía voz, y los hombres, mirándola a los ojos, esperaban atentos lo que su boca pronunciara. Ella, a quien varias veces habían regalado, ella, de la que tantas veces se habían deshecho, ahora era necesitada, valorada, igual o más que una cuenta de cacao” (Esquivel 87). Con esta parte, Esquivel, una vez más, a través de sus descripciones, nos introduce las cualidades de esta mujer, destacando algunos de los cinco sentidos como la vista y el oído; quiere llamar la atención sobre la boca y su posterior apertura. Este poder que tiene en sus manos atreves de las palabras, con la transmisión del mensaje entre dos partes, toma fuerza, por un lado, el español, pero por otro lado deja de lado su conexión con el mundo del que proviene: el azteca. Esquivel, en su libro, trata de transmitir cuáles eran los valores morales y culturales de la sociedad indígena y enfoca la historia en la relación entre Cortés y Malinche. En la forma en que presenta los eventos, hace a Cortés culpable del trato y exalta el valor de Doña Marina como mujer. Como se analiza en esta parte:
Se sentía humillada, triste, sola y no hallaba cómo sacar la frustración de su ser, como lanzar al viento su dolor, como cambiar su decisión de estar presente en el mundo.
Pensó en los momentos en que la boca de Cortés y su boca fueron una sola boca y el pensamiento de Cortés y su lengua una sola idea, un universo nuevo. La lengua los había unido y la lengua los separaba. La lengua era la culpable de todo. Malinalli había destruido el imperio de Moctezuma con su lengua. Gracias a sus palabras, Cortés se había hecho con aliados que aseguraron su conquista. Decidió entonces castigar el instrumento que había creado ese universo. (Esquivel 198)
Malinche es retratada como la mujer angustiada por las acciones negativas de Cortés, por el hecho de que su “amor” la rechace y que esté a punto de entregarla a otro soldado. Se siente utilizada, pero sobre todo no tanto desde el punto de vista de su cuerpo como de su lengua. El hecho de que esta mujer sea considerada como un objeto por los conquistadores también es presentado de forma ficcionada por Esquivel, que si nos presentaba la lengua como un medio de comunicación y mediación entre dos comunidades, ahora es la culpable de este rechazo por parte de su capitán Cortés. La lengua se convierte en una especie de castigo, que podría ser una consecuencia negativa de sus actos, por traicionar a su pueblo y/o por cometer el error de acercarse a un hombre que sólo tenía intereses materiales y no sentimentales.
La Malinche, por tanto, asume un papel más simbólico que histórico y político. Si fue exaltado por Esquivel como una mujer explotada por sus hábiles habilidades de mediación, desde el siglo XX ha seguido siendo criticada. Es precisamente en este punto donde, si en el pasado había salido de una situación de subordinación, el juicio de la sociedad la devuelve a una condición de opresión y de víctima. “La esclava indígena Malintzin Tenepal fue transformada en el doble monstruoso de Guadalupe” (Alarcón en Torres 284). Esta comparación la coloca en una situación absolutamente negativa dentro de la sociedad sin ver al menos lo que de positivo pudo tener como mujer en los tiempos de la conquista.
Al crear prejuicios sobre el carácter de Malinche, la sociedad acuñó lo que ahora se llama: malinchismo. Según la RAE es la “actitud de quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio” (RAE) y, por lo tanto, es una palabra, ahora incrustada en el lenguaje cotidiano. “El malinchismo como concepción simbólica negativa de la nacionalidad aludiendo a la amante de Hernán Cortés como la primera mujer traidora de tiempos antiguos que favoreció la conquista y el derrocamiento del Imperio azteca” (Núñez 12).
También se asocia un valor definitivamente negativo tras la publicación de la obra de Octavio Paz en 1950 utilizando una de las palabras más usadas por los mexicanos: chingada. Con esto, Malinche adquiere un significado adverso hacia la mujer indígena, y el pueblo mexicano traicionado por sus palabras, por la “lengua”. Antonia Ávalos Torres precisa en su artículo (285), que las escritoras chicanas mexicanas, en los últimos años, han revalorizado esta consideración pasiva de la Malinche, y le han dado la importancia necesaria, llamándose a sí mismas: “hijas simbólicas de la Malinche”. Esta recuperación del valor fue posible tras la comprensión de la importancia de la Malinche como medio de comunicación políglota y poli cultural y no asociarla sólo como una mujer que se vendió a los españoles. Siempre vale la pena considerar lo que los conquistadores hacían a los pueblos indígenas, esquivando y sometiendo más y más vidas humanas.
En la novela, Laura Esquivel retrata a Malinche no sólo dentro de su relación amorosa con Cortés, sino también mostrando esta mujer, valorándola y reconociéndola como mediadora cultural. Malinche, es una de las primeras mujeres realmente capaces de moverse entre dos mundos, entre dos culturas y entre dos lenguas diferentes. Fue capaz de utilizar su inteligencia para protegerse. Es posible que la acción de Malinche de entrar en contacto con la comunidad de conquistadores respondiera también al miedo y a la preocupación de no poder hablar más y de ser una de las muchas mujeres silenciosas con las que siempre había estado en contacto. Se podría decir que la presentación que Esquivel hace de este personaje casi intenta explicar y cambiar la opinión de la sociedad mexicana. Es una simpatía por Malinche, aunque Esquivel es consciente del juicio que se ha creado detrás de esta mujer.
CONCLUSIÓN
La historia de Malinche puede contarse y analizarse de diferentes maneras. Una cosa es cierta, es una de las mujeres más discutidas, amadas y odiadas de todos los tiempos. La suya fue una vida difícil debido a diversas circunstancias, pero por primera vez en ese preciso periodo de la historia, la mujer tiene el poder de la palabra, su voz tiene un impacto en la sociedad de su tiempo, especialmente indígena; la primera que acuñó el mundo europeo y latinoamericano. Diferentes culturas, tradiciones, religiones y lenguas, intercambios de ideas han encontrado una unión gracias a esta figura.
Historiadores, autores, académicos, periodistas, psicólogos hablan de ella, cuentan su vida e intentan investigarla al máximo. Cada uno habla de ella de una manera diferente o estudia un aspecto concreto, y al final siempre es la sociedad la que saca las conclusiones identificándola más como un personaje negativo, como se muestra antes. Es la propia sociedad la que la oprimió, la juzgó y, una vez más, no le hizo justicia.
Con este proyecto de investigación, se recorrió a través de la historia y la ficción el don de la palabra que recibió esta mujer, Malinche, pero sobre todo el poder de su voz. Laura Esquivel, en su libro, al contar su historia, la describe principalmente en un contexto azteca y como una mujer que no aniquila completamente sus raíces y trata de dar una explicación de la tradición y la cultura indígena y de cómo, desde su nacimiento, se ha visto afectada por este don.
Sus pies, en contacto con el agua bañada por la luz de la luna, fueron los primeros en experimentar el cambio. Dejaron de contenerla. Su espíritu se fundió con el del agua. Se desparramó sobre el aire. Su piel se expandió al máximo, permitiéndole cambiar de forma e integrarse a todo lo que la rodeaba. Fue nardo, fue árbol de naranjo, fue piedra, fue aroma de copal, fue maíz, fue pez, fue ave, fue sol, fue luna. Abandonó este mundo.
En ese momento, un relámpago, una lengua de plata se dibujó en el cielo y anticipó una tormenta. Su luz iluminó la inmovilidad del cuerpo de Malinalli, quien había muerto segundos antes. Sus ojos fueron absorbidos por las estrellas, que de inmediato supieron todo lo que ella había visto en la tierra. (Esquivel 230)
La conclusión que nos presenta es muy poética, con referencia a los valores de la comunidad azteca como el agua, la luz, las estrellas, la luna, árbol y la natura por lo general. Son elementos sencillos pero que tienen una importante conexión en el personaje de Malinche. Esta conexión no se da por supuesta, ya que Esquivel enfatiza y exalta la figura de la protagonista, no como una mujer diferente, en este caso convertida al mundo español, sino la mujer que siempre ha sido, cercana a sus tradiciones, a su cultura y “a su gente”.
Sin embargo, en Doña Marina se ve la encarnación de la violación que se asocia a su figura tanto desde el punto de vista sexual, ya que dio a luz a un primogénito que es mixto, pero sobre todo una violación simbólica, ya que traicionó a su pueblo.
Aunque, siempre son juicios negativos los que se asocian a ella, La Malinche, La Eva Mexicana, Doña Marina, La Llorona ha hecho historia. La posesión de la palabra, que parece tan básica, sencilla y natural, ha adquirido en ella un aspecto totalmente diferente, que le ha permitido ascender socialmente y ser protagonista de acontecimientos extraordinarios que han repercutido en el mundo en que vivimos hoy.
La sociedad cambia, y también los pensamientos y las creencias como por ejemplo el caso presentado por Torres de reevaluación de su juicio: “hoy las mexicanas somos malinches, la que reivindica su ser indígena, la que tiene el piercing, la que lleva tatuajes sobre su piel, la que estudia, el ama de casa, la que trabaja en la fábrica o en la oficina, la que es maestra, la enfermera, la sirvienta o la arquitecta, la divorciada, la madre soltera, la que es prostituida” (Torres 287). Como se ha mencionado, la palabra malinche, con todas las diversas connotaciones que ha adquirido a lo largo del tiempo, es ahora un instrumento de identificación, un símbolo de la comunidad mexicana, una voz comunitaria que tiene poder.
El cambio, el desarrollo está en marcha, sobre todo el de la mujer, que, a pesar de las dificultades y los conflictos sociales, nunca baja la guardia, y la posesión de la palabra, como la ha obtenido Malinche, será reconocida por todas, o al menos digna de ser libre.
Obras citadas
“La Malinche, La Intérprete De Hernán Cortés.” La Vanguardia, 28 Mar. 2020, https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-moderna/20170421/47310294310/la-malinche-la-interprete-de-hernan-cortes.html
Alarcón, Norma, and Cecilia Olivares. “Traddutora, Traditora: Una Figura Paradigmática Del Feminismo De Las Chicanas.” Debate Feminista, vol. 8, 1993, pp. 19-48.
Asale, Rae, and Rae. “Malinchismo: Diccionario De La Lengua Española.” Diccionario De La Lengua Española, Edición Del Tricentenario, 2014, https://dle.rae.es/malinchismo.
Ávalos Torres, Antonia. “La Malinche, Una Eva Indígena: Asociaciones Misóginas y Subversiones Simbólicas.” Asparkía. Investigació Feminista, no. 39, 2021, pp. 277–289.
Bassnett, Susan, and Harish Trivedi. Post-Colonial Translation: Theory and Practice. Routledge, 1999.
Becerra Núñez Fernanda. La Malinche: De La Historia Al Mito. Instituto Nacional De Antropología e Historia, 2002.
Cypess, Sandra M. La Malinche in Mexican Literature from History to Myth. Uof Texas P, 1991.
Esquivel, Laura. Malinche. Epublibre, 2006.
Schroeder, Susan, et al. Indian Women of Early Mexico. U of Oklahoma P, 1997, pp. 291-312.
Spivak, Gayatri Chakravorty. “Can the Subaltern Speak?” Marxism and the Interpretation of Culture, Macmillan Education, 1988, pp. 271–313.
Valdeón, Roberto A. “Doña Marina/La Malinche.” Target. International Journal of Translation Studies, vol. 25, no. 2, 2013, pp. 157–179.