Haley Baker
Indiana University, Bloomington
Las vidas de las personas en este mundo son intrínsecamente diferentes—los valores, las experiencias y las creencias de cada persona reflejan sus prioridades y sus esperanzas para el futuro. Estas experiencias están moldeadas por objetos o por pertenencias que tienen un valor emocional en nuestras vidas; sin embargo, no es el objeto en su verdadero estado que tiene valor, sino el significado detrás de cada objeto. Mi historia estuvo determinada por un trozo de metal que tiene tantos límites como beneficios.
Cuando digo “pieza”, estoy describiendo el objeto como un todo, pero cada parte realiza una función distinta. El metal posee la mayor cantidad de poder–puede almacenar la información y la electricidad al mismo tiempo. La función de los alambres es transmitir y conectar, más como un mediador que el acto principal. Cuando las dos partes se conectan, apoyan una vida, y al mismo tiempo forman una red entre esa vida y un grupo de personas alrededor del mundo. Estas funciones ocurren dentro de mi cuerpo, donde nadie puede ver el verdadero poder de la ciencia. Mi marcapasos no evoca las memorias, sino que me da la oportunidad de crearlas.
Un marcapasos debería crear la alegría, porque las personas que se enfrentan a una discapacidad fatal tienen la opción de sostener una vida normal. Un marcapasos les da la promesa de existir sin muchos obstáculos, de reír con amigos, de simplemente sobrevivir. Sin embargo, hay una distinción entre vivir y sobrevivir, y un marcapasos prohíbe exactamente lo que significa una vida. En este caso, mi marcapasos crea una atmósfera de optimismo cruel, porque estamos garantizados una vida igual a las experiencias de otros, pero estas promesas no pueden ser realizadas por ningún profesional médico. Los dueños de un marcapasos, como yo, desean una vida liberada de inhibiciones, que es una posibilidad con el progreso de la tecnología científica hoy en día. Pero, incluso si un marcapasos se parezca perfectamente a un corazón, hay una separación inherente entre los que tienen este objeto y los que no. Un niño debería jugar al balón prisionero con sus compañeros, subirse a las montañas rusas, y evitar los hospitales; pero este objeto, cuyo propósito es dar la vida, quita estas experiencias.
La contradicción de un marcapasos como un salvador es solamente una faceta de la paradoja; también, es importante comparar lo que sucede dentro y alrededor del cuerpo. Un marcapasos debería ser invisible, con la excepción de una cicatriz. Pero algo que no se ve con los ojos puede ser más visible que cualquier objeto perceptible. En un aeropuerto, cada persona forma una fila, esperando a un detector de metales en el que no puedo entrar. En una sala de clase, cada alumno estudia sus apuntes, esperando que la maestra le dé el examen al me faltaría para mi cita con el médico. Lo invisible se hace visible a otros porque el marcapasos llama naturalmente la atención; pero es una necesidad, porque si no, puede ser fatal.
La pieza de metal que está dentro de mi cuerpo y los cuerpos de millones de otras personas simboliza más que simplemente la materia y la ciencia. El marcapasos representa la soledad y la separación, pero también la posibilidad y la aceptación. Si nunca logramos vivir una vida plena, nos sentiremos separados del resto de la sociedad; sin embargo, si rechazamos estas limitaciones y las consideramos más como un obstáculo que una barrera, hay la posibilidad de vivir una vida plena. El futuro cambia con la perspectiva de cada persona–una idea que está replicada en muchos temas de vida.
Las maneras en que estamos conectados con un objeto–sentimentalmente o físicamente—reflejan un contexto más general. Mi marcapasos sostiene mi vida a un nivel básico, pero también ha formado mi identidad y sigue formando mi futuro. Este objeto se contradice en dos maneras, porque define la diferencia entre vida y sobrevivencia, y también difumina la línea entre lo visible y lo invisible. La proyección del futuro depende de la perspectiva de ahora; esta opción existe para todo el mundo porque escogimos nuestro propio camino. Pero, sobre todo, la opción de abandonar la esperanza no existiría si mi marcapasos no hubiera apoyado mi vida en primer lugar.